Los chasquis, palabra de origen quechua, eran jóvenes corredores al servicio personal del Inca que se desplazaban velozmente, y en turnos, por caminos del imperio para transmitir un mensaje. Cada chasqui corría unos 10 o 15 kilometres, hasta avisar con una trompeta de concha, pututu, al siguiente corredor. Con 25 corredores eficientemente organizados, el mensaje recorría hasta 240 km en un solo día, y unos 2000 km en una semana. El mensaje podía ir de Quito a Cuzco en siete días, lo que supondría transmitir un mensaje de Madrid a Varsovia en ese tiempo. Un sistema tan innovador y competente que los españoles decidieron mantenerlo vivo durante el virreinato de Perú.
El sistema de mensajería siempre ha interesado a la humanidad: el saber transportado. Podemos encontrar otros muchos grandes ejemplos. Otra grande evolución fue el correo postal y sus sistemas nacionales e internacionales que han funcionado y funcionan con mucho éxito. Pero sin duda, la última revolución de los sistemas de comunicación ha sido el correo electrónico y sus múltiples formas de mensajería instantánea. El correo electrónico, inventado por Roy Tomlinson en 1971, tiene dos grandes virtudes, la primera, la inmediatez, y la segunda (y muy a menudo obviada) la capacidad de llegar a distintos receptores con un mismo envío. Sería como si el mismo chasqui se multiplicara corriendo simultáneamente por distintos caminos del imperio. Es una gran suerte.
El correo electrónico como fuente de estrés
Solo hoy se enviarán 2.630 millones de correos electrónicos, según Statista. No obstante, esta irrupción magnánima del correo electrónico en nuestras vidas, en tantos trabajos, tiene también una cara B: generan estrés, y a menudo más trabajo (Barley et al., 2011). La facilidad de enviar un correo electrónico, su mayor virtud, puede traer con ella consecuencias negativas. Hay estudios que señalan cómo muchas personas se sienten colapsadas delante de centenares de correos (cientos de cartas por despachar), que entran no solo en horario laboral sino durante todo el día (ubicuidad) generando sensación de agobio. A su vez, los correos nos pueden distraer, interrumpir nuestra concentración, disminuir la calidad de nuestro trabajo.