Los beneficios de estar
Puede parecer obvio, pero la manera principal de convertir un espacio en ese «tercer lugar» es acudiendo a él. En el ámbito del trabajo, esto se concreta en que no todo lo que puede ser realizado de manera remota, debe ser realizado de manera remota. «Hemos descubierto que algunas tareas que técnicamente pueden realizarse a distancia es mejor realizarlas en persona. Las negociaciones, las decisiones empresariales críticas, las sesiones de brainstorming, el feedback delicado y la incorporación de nuevos empleados son ejemplos de actividades que pueden perder eficacia si se realizan a distancia», explica un informe de McKinsey sobre el trabajo tras el COVID-19.
“No todo lo que puede ser realizado de manera remota, debe ser realizado de manera remota.”
«Hay ciertos aspectos del trabajo, como la colaboración, el aprendizaje, la socialización, la resolución creativa de problemas y la toma de decisiones complejas, que se optimizan al estar en el mismo espacio con otras personas. Estas experiencias repercuten directamente en el refuerzo de la infraestructura social de un grupo u organización a lo largo del tiempo y aumentan los niveles de solidaridad y cohesión en los equipos, elementos ambos esenciales para el rendimiento del grupo», sostiene Jennifer Magnolfi Astill, investigadora sobre la evolución de los espacios de trabajo y la colaboración entre personas y máquina.
Hacia una cultura corporativa más humana
Apostar por priorizar la utilización del lugar de trabajo para funciones que tengan que ver con la conexión humana y con el capital social es muy beneficioso cuando tienen que ver con la resolución compleja de problemas, con la adquisición de nuevas habilidades o con el intercambio de conocimiento entre generaciones. Un estudio de la Universidad de Cornell analizó las dinámicas en parques de bomberos y revela que los que cocinan y comen juntos muestran niveles más altos de cooperación y desempeño grupal. «La evidencia sugiere que el establecimiento de relaciones, así como las conexiones entre personas de diferente estatus de poder en una comunidad, están asociadas a una mejor salud comunitaria. Lo mismo puede aplicarse a la salud y la fortaleza de una comunidad laboral», asegura Jennifer Magnolfi Astill.
“Convertir la oficina en un lugar al que apetece volver es una decisión cultural.”
En definitiva, conseguir que el trabajo proporcione los beneficios de ese «tercer lugar» propuesto por Oldenburg tiene que ver con apostar por una cultura corporativa consciente. Tal y como afirma Christine Porath, reconocida profesora, investigadora y conferencista especializada en comportamiento organizacional: «He descubierto que las empresas y los líderes pueden construir mejor las comunidades compartiendo información, dando rienda suelta a las personas, creando un entorno respetuoso, practicando la honestidad radical, proporcionando un sentido de significado e impulsando el bienestar de los miembros».
Reimaginar la oficina como un tercer lugar implica rediseñar espacios, pero también fomentar relaciones, presencia consciente y un propósito compartido. El futuro del trabajo no es solo híbrido o remoto. Es humano.